Las salas de espera de los médicos siempre me han parecido tristes. Allí estaba acompañada de mi santa madre con un dolor sordo en el riñón izquierdo y mi entrepierna escocida como si hubiese comido guindillas.
Para hacer más amena la espera a mi madre no se le ocurrió otra cosa que contar anécdotas de enfermedades renales de mi familia.
-...por eso tu abuelo pasaba tantas temporadas en el pueblo aquel. ¡Esa agua era purísima! Pero vaya, milagrosa ya te digo yo que no. La enfermedad de moda no la conocía apenas nadie en aquel entonces pero él, que era un adelantado a su tiempo, tuvo que morirse de ella.
Nunca me había afectado aquella historia porque pasó antes de que yo naciera. Antes incluso de que mis padres se casaran. Lo que sí que me tocó la fibra fue lo que vino a continuación.
- Por eso tu padre se ha cuidado simpre tanto. Y aún así mira que susto tuvo cuando eras pequeña.
- ¿Qué susto?
- Lo de las transaminasas. Fue un antes y un después para él. Y digo yo que los extremos también son malos sino fíjate en nuestra vecina la…
- Espera, ¿pero lo de las transaminasas no fue solo un error?
Yo tendría unos 10 o 12 años y recuerdo que a mi padre le habían salido mal unos análisis de sangre porque lo oí comentar en casa. La versión oficial fue que se trataba de un error y con ese final crecí.
- No exactamente. Cuando el médico vio que las transaminasas le habían salido por las nubes lo mandó al urólogo sin persárselo. Pero tu padre no durmió esa noche pensando en su propio padre así que al día siguiente fuimos a la consulta de un especialista pagando.
Cuando oí aquella versión en la que mi padre temió por su vida me quedé sorprendida, como si se me hubiese revelado un secreto que ya estaba delante de mis ojos. Para mí, en esa época mi padre era inmortal, un puerto seguro al que acudir, un héroe.
Ahora ya sé que no lo es (inmortal) porque los años te lo van dejando claro, pero no me imagino como hubiese sido mi vida si lo hubiese perdido entonces.
- En fin, que el médico que nos atendió concluyó que el cuerpo de tu padre había superado una hepatitis B leve recientemente pero él ni siquiera lo había notado, señal de la buena salud que tenía. Así que final feliz.
En ese momento en mi cabeza vi la recién endeble figura de mi padre recobrar toda su fuerza, vestirse de Superman y salir volando. Los buenos recuerdos de la infancia intactos, como debe ser.
- Menos mal que todo salió bien. A ver si papá va a resultar inmortal después de todo…
- Sí, seguro…
Él no lo sé, pero yo ya sentía menos dolor. :)
Es verdad que pasa eso con los padres, uno de pequeño piensan que siempre siempre van a estar ahí; luego con los años te vas dando cuenta que también son frágiles, que todos lo somos. Me ha gustado tu relato. Un saludo :)
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